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La importancia del resultado electoral marzo 21, 2011

Posted by Iván in Actualidad política.
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Estamos estos días inmersos en el que tal vez sea el periodo más odiado por los ciudadanos en general: la campaña electoral.

Más allá de que la ley marque como inicio oficial de la misma una u otra fecha, la realidad es que todos los partidos políticos, medios de comunicación y acólitos varios de ambos se afanan machaconamente en «torturar» al ciudadano de a pie con mensajes acerca de las excelencias propias y las miserias del oponente, en definitiva en «venderse» como si de un producto vulgar más del mercado se tratase.

Pero antes de sacar la miga al tema en cuestión debo por convicción romper una lanza en favor de los verdaderos «héroes» de la política, que no son otros que aquellos que luchan sin esperar nada a cambio por defender sus convicciones, muchas veces contra viento y marea, con una labor solitaria, sin reconocimiento alguno en la mayor parte de los casos y desde luego, sin contar con el beneplácito y la atención de los medios de comunicación de masas. Se trata de todos aquellos alcaldes, concejales, vocales, candidatos, etc de pequeños municipios olvidados en la inmensidad del territorio que, haciendo auténticos trucos de magia, son capaces de sacar petróleo de los pocos recursos con los que cuentan para dar solución a los problemas de sus vecinos y sus comunidades, a la postre, el verdadero y único objetivo que debiera tener la acción política.

En el otro lado, en cambio, nos encontramos con lo que podemos llamar la «clase política», esto es, los que viven de la política. En este grupo podemos encontrarnos con políticos a sueldo fundamentalmente, a cargo de instituciones públicas varias (concejales de grandes ciudades, diputados, consejeros, presidentes, etc.) así como toda una amalgama de personas que prestan apoyo a los anteriores vía grupos políticos en las anteriormente citadas instituciones o en partidos políticos, fundaciones varias, asociaciones satélite, sindicatos y así suma y sigue. El entramado es tan grande que da autentico pavor ver hasta donde se extienden los tentáculos de este sistema partitocrático, tan democrático en la teoría pero bastante menos en la práctica. En la vida en general no es conveniente generalizar ya que, en todo colectivo, y en la «clase política» ocurre lo mismo, siempre hay gente más o menos válida, más o menos honrada, en definitiva mejor o peor. No me cabe duda de que en este colectivo existen «buenos» políticos, gente que cree en lo que hace, que es honesta y honrada. No obstante parece que es una especie en extinción, dado que el propio funcionamiento de los partidos, sus equilibrios, luchas internas y condicionantes hacen que en la política profesional quede poco espacio para estos «buenos» políticos.

Y son esta «clase política» la que estos días dedica todos  sus esfuerzos en intentar «convencer», en ocasiones también engañar, al electorado tanto de la importancia de la elección en sí (esta es una característica común a todos) como en que la opción elegida por el votante en cuestión sea la propia (lógicamente en esto cada uno barre para casa). Y es ahí donde me surge la duda: ¿De verdad es tan importante el resultado de las próximas elecciones? ¿Y si lo es, para quién?

El mantra general es que en las elecciones se decide la que será la línea de acción de nuestras instituciones públicas en los próximos cuatro años.  De quien gobierne dependerá los proyectos que se acomentan, las prioridades de las instituciones, la forma en que se llevan a cabo, los beneficiados y los perjudicados por la acción colectiva, cuestiones que parece sí son importantes. Pero, ¿es esto realmente así?

Hay que tener en cuenta que gran parte de la acción de las administraciones (por no decir la práctica totalidad) se deriva de sus funciones en el mantenimiento del Estado del Bienestar como la Educación, la Sanidad, los Servicios Sociales, etc. Más allá de cambios en la gestión (que pueden resultar sin duda importantes aunque sea a largo plazo) parece que en un contexto de grave crisis económica con fuertes recortes en los recursos públicos disponibles no hay demasiado margen para las alegrías, ni para profundizar en dichos derechos. Como mucho parece que la discusión podría ir en torno a sí mantener los logros alcanzados hasta ahora o siquiera reducirlos, algo que en mi opinión, muy a mi pesar, será una cuestión más de caracter técnico y de disponibilidad de recursos que de ideología política. Lo que queda, con una inversión cayendo a cifras de autentica economía de guerra, es puramente residual, acciones de cara a la galería, con poca o ninguna influencia en las condiciones generales de vida del ciudadano de a pie.

Por ello y siempre hablando en términos macro, es decir a grandes rasgos sin entrar a valorar temas y casos concretos en los que sin duda puede haber grandes diferencias, al menos sobre el papel, parece poco probable que para el parado de turno que no llega a final de mes, el padre de familia preocupado por la educación de sus hijos, el jubilado que debe sufrir las interminables esperas de la Sanidad Pública, del empleado público que ha visto como ha bajado sus condiciones económicas por Real Decreto, entre otros, la situación vaya a ser muy diferente gobiernen unos u otros.

Y es que parece más que evidente que los intereses de esa «clase política» no están alineados con los de los ciudadanos a los que representan. Sus inercias, motivaciones, formas de entender la realidad cotidiana y problemas son diametralmente opuestas y ahí surge la respuesta a la pregunta que me hacía al principio. Sin duda el resultado electoral es de suma importancia, pero no para la ciudadanía (en general de nuevo) sino más bien para la clase política que sabe que de este dependerá su posición, status, capacidad de influencia, cuota de poder, etc de los próximos cuatro años. De nuevo el interés general brilla por su ausencia, aunque esté en boca de todos ellos una y otra vez.

Para ello no se duda en absoluto en utilizar todos los medios disponibles y que estén al alcance en ese momento. Desde luego la mentira y la falsedad es uno de los instrumentos estrella. Resulta autenticamente patético como los partidos políticos utilizan a su conveniencia y de una forma torticera argumentos en uno u otro sentido. Así mientras en algunos candidatos se destaca su juventud y ganas hablando de renovación y demás soflamas en otros (del mismo partido naturalmente) con una trayectoria, digamos larguita, en política se ensalza su compromiso, formación y experiencia. Es el colmo de la desfachatez, de la miseria intelectual, de la política estética, la de la imagen y el cero discurso, pura apariencia.

Prometer una cosa y hacer otra, algo que la ciudadanía ya está bastante acostumbrada y muy harta en general. Sin duda esta es la principal fuente de la desafección a la política que tenemos en nuestro país. Ver como los políticos durante estos días de campaña son capaces de prometer el cielo, y de contruir una realidad paralela que en nada o en poco se parece a la que nos rodea, como si de un juego de ordenador se tratase en el que cada uno elige cómo va a ser su personaje (alto/bajo, rubio/moreno, hombre/mujer, universitario/sin estudios…) sin ningún tipo de pudor da autenticamente vergüenza ajena.

Y es que, sin entrar en cuestiones filosóficas acerca del funcionamiento de nuestra sociedad, lo que está claro es que el resultado electoral tiene una gran importancia, pero lamentablemente no para quien debería tenerlo, la ciudadanía.

Comentarios»

1. Alberto - marzo 21, 2011

No sómos conscientes de lo que se llegan a jugar ciertos elementos de la clase política: se juegan nada más y nada menos que irse al paro y tener que ponerse a buscar trabajo… como un ciudadano corriente (¿habrase visto hacerles pasar por ello? además – pensarán- ¿dónde me van a querer a mi para trabajar?)


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